Cuando no es tan bueno ser bueno

 

 

 

 

 

Imagen: freepik.com

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Hablando de cualquier ámbito laboral donde se requiera cierta habilidad o destreza para desarrollar las actividades cotidianas, siempre destacan aquellas personas que se esfuerzan, dedican el tiempo requerido para obtener el resultado esperado, con las características indicadas y en el momento idóneo. En pocas palabras, quienes hacen el trabajo con calidad y en la fecha o momento requerido.

¿Eres tu una de esas personas?

De ser así, hay noticias para ti y lamento decirte que el panorama resultante luce poco agradable.

El esfuerzo invertido bien puede buscar el beneficio de la empresa, la institución o lo que sea que funja como tu patrón. Sin embargo, detrás del probable-énfasis en probable– reconocimiento de tu jefe inmediato, inevitablemente podremos encontrar un sombrío efecto secundario: más trabajo.

Esto no necesariamente es algo malo. Lo malo es cuando te conviertes en la única opción para atender todos los imprevistos o asignaciones dada tu destacada eficiencia. Es por demás común escuchar que a quienes no presentan esta “eficiencia” o carecen de una habilidad similar para prestar ayuda cuando de “apagar fuegos” se refiere, se evite considerarlos como una opción viable. ¿Por qué le darían la tarea a alguien que tal vez no termine a tiempo o con la calidad esperada? Mejor optar por lo seguro.

En breve, pide la tarea a quien ya sabes que lo hará bien y seguramente lo podrá terminar cuando se necesita.

Aquellos a quienes no se les considera, por no contar con esa habilidad, (o tal vez sí la tienen, pero les toma más tiempo) quizás sientan rechazo, perciban que no son valorados por la empresa, o simplemente concluyen su jornada con poco o nulo estrés. Más a gusto, tal vez.
Más aún si su paga no depende de ello.

Menos asignaciones, más tiempo para desarrollar su trabajo habitual.

Podríamos también ponderar la idea de que aquellas personas en realidad sí cuentan con la habilidad de realizar una tarea rápidamente y con calidad, pero “actúan” como si no lo pudieran hacer para ahorrarse el estrés o evitar que se les asignen imprevistos intermitentemente.

Bien podrían tener ya esa experiencia y han aprendido a ser “moderados” con las destrezas que difunden. Demostrar que puedes hacerlo bien y rápido-en estos casos-podría ser una desventaja.

Lo mismo ocurre cuando una tarea aparentemente laboriosa puede desarrollarse con rapidez. Demostrar esa idea es una concepción que pudiera interpretarse equivocadamente como una tarea de poco valor o sin valor. Por ejemplo, reemplazar una palabra o un término en un documento de Word-para quien no lo sabe usar– podría parecer una labor titánica si la palabra aparece 50 veces en un ensayo. Para quienes conocen la herramienta, saben que esa tarea requiere de un par de minutos.

De manera que la duda es, ¿realizas el trabajo rápidamente dando a entender que tienes la habilidad y seguramente la próxima vez que surja una tarea similar se te asigne y se exija que la realices con la misma velocidad? O bien, ¿simulas que estas buscando la manera de hacerlo y le dedicas entre 20 y 30 minutos a esa tarea, a pesar de saber hacerlo en 5 minutos?
Si elegimos la segunda opción y surge una situación similar en otro momento donde realmente seamos neófitos ante la necesidad recientemente surgida, por lo menos tendremos esos 30 minutos para realizarlo. O quizás un poco más.

Una tercera opción es decir que desconoces el procedimiento, pero que puedes averiguarlo y resolver la consigna. ¿Cuál es la opción que beneficia más a la empresa? ¿Cuál te beneficia más a ti al reconocer que eres un integrante importante del equipo sin atraer tareas adicionales y el estrés que estas conllevan?

Lo ideal sería que esas tareas se repartieran entre todo el equipo de trabajo.

Si se requiere modificar una imagen y eres el único o la única que saber usar Photoshop, solo habrá una opción para elegir. Y serás tú quien tal vez deba trabajar horas extra o llevar el trabajo a casa porque solamente tú lo sabes hacer.

Si se requiere urgentemente una tabla de Excel y, a pesar de que todo el equipo lo utiliza, eres tú quien lo domina, de nuevo la opción serás tú. Y deberás concluir tus actividades habituales además de esa nueva consigna.

Si hay que modificar un informe, pero solo tú usas Word, o tú eres más ágil usándolo, se repetirá la misma historia.

¿Quieres destacar? ¿Quieres atraer oportunidades de crecimiento? Adelante, pero trae consigo bastante estrés y un puño de trabajo adicional que seguramente cualquiera de tus compañeros pudo haber hecho.

¿Quieres trabajar tranquilamente, de forma ordenada y con poco o nulo estrés? Entonces el perfil bajo podría ser la mejor opción, si bien, al menos ocasionalmente.

Ahora entiendo cuando Ralph el Demoledor decía “Soy malo, y eso es bueno.”

Desafortunadamente, en esta sociedad llena de competitividad y retos, no siempre es bueno demostrar que eres bueno.

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